viernes, 20 de marzo de 2015

Capítulo 4

La profesora envió a Miguel para que acompañase a Samuel a dirección, y en cuanto volvió seguimos con la clase, que se nos pasó muy rápido.
Salgo corriendo en cuanto toca la sirena, y me sorprendo al ver ahí fuera, esperándome, a mi madre. Mi madre está apoyada en su coche con cara seria. Andrés está sentado en uno de los asientos de la parte de atrás.
Entro en el coche y me pongo el cinturón.
-La dirección ha decidido que van a expulsar a Andrés durante una semana. A Juan le expulsarán 20 días lectivos. He conseguido que a ti no te expulse, Gema –dice mi madre mientras conduce.
En cuanto llegamos a casa subo a mi habitación a hacer los deberes y estudiar. Cuando acabo cojo mi portátil y empiezo a escribir. Estoy participando en NaNoWriMo, un reto que consiste en escribir durante el mes de noviembre 50.000 palabras de una novela.
Después de media hora escribiendo, decido llamar a Paula para quedar e ir a comprarnos un vestido para la fiesta. Como había predicho, acepta.
Cojo las llaves, mi cartera, mi móvil, Las ventajas de ser un marginado y lo meto todo en un bolso.
-¡Mamá! He quedado con Paula, volveré para la cena –aviso a mi madre antes de salir. Acepta a regañadientes.
Voy andando hasta el centro del pueblo, donde he quedado. Es un pueblo muy pequeño, en las parroquias apenas hay tiendas, solo algunos bares, pero en el centro hay varias tiendas decentes.
Cinco minutos después, cuando llego, Paula y yo nos abrazamos muy fuertemente.
-¿A dónde vamos? –pregunto. Paula es una experta en buscar tiendas decentes.
-No sé el nombre de la tienda, pero sí donde está y que es de muy buena calidad y de precios muy baratos.
-Cuando empieza a hablar así, con tanta profesionalidad, me asustas. Eres la chica de quince años con más léxico que conozco –le digo bromeando un poco.
-Tranqui. Tú eres la chica de casi quince años con más cultura e inteligencia que conozco. Y conozco a mucha gente.
-Touché.
Entramos en la tienda. Tiene un aspecto acogedor. Las paredes están pintadas de naranja oscuro y casi completamente cubiertas por unas estanterías de madera. Nos dirigimos al fondo de la estancia, donde están los vestidos de fiesta. Cojo uno lila y se lo enseño a Paula.
-No te pega.
Cogemos  tres vestidos cada una y nos metemos en los probadores. Finalmente yo compro un vestido azul con no mucho escote que me llega por las rodillas, y Paula uno amarillo con bastante escote por debajo de los muslos. Es muy provocativo, aunque le combina con su pelo rubio y sus ojos claros.
Salimos de la tienda con las bolsas en la mano, y como sobra tiempo nos vamos a un banco a sentarnos y hablar.
-Gema –me dice Paula-, Miguel me ha pedido que sea su pareja para ir a la fiesta.
Miguel es un chico de el equipo de fútbol del instituto.
-Que bien –le digo con bastante falta de entusiasmo. Ahora yo también tendré que buscar una pareja, en otras palabras, ahora tendré que sociabilizar, porque Hugo no está invitado. En teoría no es lo suficientemente guay y no conoce a alguien. Bueno, a mí. Yo le iba a invitar, pero él me convenció advirtiéndome de que si voy por las fiestas invitando a todo tipo de gente friki, al final me vetarían. Porque, por si leer no le hacía lo suficientemente friki (a los ojos de la sociedad, no a los mios), Hugo también se pasa las tardes jugando a los videojuegos… y hackeando cuentas de twitter, gmail, y demás.
-Tranquila, ya verás como tú también encuentras pareja –me dice Paula.
De pronto veo a Juan acercándose a nosotras. Viene con una cara amigable, con una sonrisa de oreja a oreja. Nada que ver con la que tenía hoy en clase.
-¡Hola! –nos saludó.
-Hola –respondemos incómodas.
Se hace un sitio en el banco y se sienta.
-¿Vais a ir a la fiesta del fin de la semana que viene? –nos pregunta.
-Sí –respondo.
-Aja… Oye, sobre lo de la pelea de hoy… lo siento. Me gustaría que olvidáramos lo que ha sucedido, ser colegas. Tío, tampoco ha sido la muerte de nadie –me dice.
-Lo siento –respondo-, pero eso no se olvida tan fácilmente. Paula, me voy.
Tardo diez minutos en llegar a mi casa andando, y cuando llego siento la necesidad de hablar con el único consejero que tengo que ahora me puede entender: Hugo.
Me conecto a Skype, está conectado. Siempre está conectado. Pero no me coge. Le vuelvo a llamar, pero otra vez lo mismo.
Le llamo a su móvil y al teléfono inalámbrico, el de su casa, pero me ignora de nuevo. Pienso otra manera de contactar con él, y lo único que se me ocurre son los videojuegos, pero no tengo ninguno. Me empiezo a preocupar: si está conectado al skype pero no responde debe de pasarle algo muy malo. Puede que esté durmiendo pero… miro el reloj: son las ocho de la tarde.
Me parece que solo me queda una opción. Es un poco brusca, pero nunca me lo perdonaría si le pasara algo malo y yo lo pudiera haber evitado. 
Me parece que tendré que ir a buscarle a su casa.


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Att: Brianna Maio.

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