sábado, 21 de marzo de 2015

Capítulo 5

Llego a su casa después de quince minutos de caminata. Le mando un Wathsapp por si acaso, para confirmar que está incomunicado, pero no me responde.
Echo un vistazo general a su casa. La ventana de su baño del piso de abajo está abierta. Localizo una caja de madera en su jardín. La cojo, me subo encima y logro pasar por la ventana a duras penas. Me intento orientar en su casa. Lo primero que debo ir a mirar es su habitación.
Subo las escaleras de puntillas, intentando hacer el mínimo ruido posible (ya sabéis, por si hay algún asesino en la casa), pero no funciona, así que me quito los zapatos y subo de rodillas para que se me vea menos.
Tardo cinco minutos en llegar a arriba, la puerta de su habitación está cerrada, pero por el hueco de abajo veo luz. Me acerco a la puerta sigilosamente y pego la oreja a la puerta.
Mi sorpresa es enorme cuando escucho una serie de gemidos… procedentes de una chica.
No tardo en atar cabos. Y no podía estar en una situación peor.
Digamos que me he colado en la casa de mi mejor amigo pensando que lo habían asesinado o algo por el estilo y en realidad está haciendo el amor con una chica a la que no logro identificar.
Siento un nudo en la garganta, y que algo se está rompiendo en mi corazón. Decido ignorarlo.
Debería irme, así que miro por la ventana del baño de esta planta: ha empezado a llover. No puedo volver a casa si está lloviendo, y mucho menos si la lluvia es tan intensa como esta.
Así que decido esperar a que pare de llover, o a que ellos acaben de… divertirse. No sé qué acabará antes, pero espero que sea el mal tiempo.
Como veo que después de media hora la tormenta continúa, decido sacar mi móvil y llamar a… ¿A quién llamo? Obviamente no voy a llamar a mi madre, porque no debería enterarse de este tipo de acciones mías (sobre todo de la parte en la que me cuelo en casas ajenas) así que, en resumen, no conozco a nadie que tenga carnet de conducir. Pero… Juan tiene una moto. Me mojaré igualmente, pero no es lo mismo que ir andando. Pero… ¿le llamo o no le llamo? Me parece que el rollito de Hugo y la otra va a dar para rato, así que decido tomar una importante decisión.
-¿Gema?
-Juan, sé que nunca nos hemos llevado bien y que nuestra relación no es muy cercana pero… como tienes una moto y eso, ¿puedes venir a un lugar a recogerme?
-Tranqui Gema. ¿Dónde te recojo?
Juan llega quince minutos después. Me avisa por Wathsapp para que salga a fuera. Salgo como entré: por la ventana del baño. Juan está justo delante.
-Bueno, bueno, bueno… Me parece que me tendrás que contar como has acabado así. Pero por esta noche, prepárate para recibir a tu caballero de brillante armadura.
-No te pases, y solo te he llamado porque no conozco a nadie más que tenga carnet de conducir.
Me subo a la moto y me siento detrás de él.
-Dame el casco, anda –le digo.
-No tengo, si quieres venir conmigo, es lo que hay. Ahora, agárrate a mi espalda.
Me agarro a su espalda bastante incómodamente, aunque él intenta aprovecharse de la situación. Arranca la moto, y llego a mi casa (de una pieza y sin ningún rasguño, para mi sorpresa) en menos de cinco minutos.
Cuando entro en casa, mi madre y Andrés ya están poniendo la mesa. No me preguntan dónde he estado ni que he hecho, solo me piden que les ayude a poner la mesa, y lo hago. Cenamos tortilla de patatas con bistecs de pollo y ensalada de tomate. Riquísimo.
Cuando termino subo a mi habitación y me pongo a escribir un poco más de mi novela. Lo tengo todo planeado: cuando acabe de escribirla la subiré a Wattpad y la pondré en venta en Amazon por 0,89 euros. Será un buen comienzo para mi carrera, porque de mayor a mí me gustaría ser escritora.
Alguien peta en mi habitación: es Andrés.
-¿Hoy Amanda te ha… dicho algo? –me pregunta.
-No. ¿Por qué me iba a decir algo?
-Te voy a contar una cosa, pero debes jurarme que no se lo dirás a nadie.
-Lo juro.
-Ni a mamá.
-¡Andrés, no tengo todo el día! –exclamo indignada.
-Vale, vale. El caso es que, como me he mentido en tantos líos (entre ellos la pelita esta), sus padres no le dejan que se vea conmigo.
Me quedo unos segundos pensativa.
De repente empieza a sonar un sonido extraño: es una llamada de Skype. De Hugo.
-Andrés, vete.
Para mi sorpresa, me hace caso a la primera.
-¡Hola! –me saluda.
-Hola.
-Gema, no te vas a creer lo que me ha pasado. ¿Conoces a Helena, la tía más buena del instituto? Va en cuarto de la ESO. Pues estamos saliendo. ¡Somos novios! Así que podré ir a la fiesta del fin de semana que viene. Y esta noche… nos hemos acostado.
-Lo sé –le digo con una sonrisa de oreja a oreja. Me alegro muchísimo por él.
-¿Cómo que lo sabes?
-Pues… como no respondías a nada, pensé que te pasaba algo, entonces fui a tu casa a ver si te habían secuestrado o algo. La ventana de tu baño de abajo estaba abierta, así que me colé. Subí sigilosamente hasta la planta de arriba y pegué la oreja a la puerta de tu habitación y… oí gemidos. Juro que me iba a ir, pero empezó a llover, así que llamé a la única persona que conocía con carnet de conducir: Juan. Así que me llevó a casa en su moto.
-Guau –me dice. Se le ha quedado la boca abierta de la sorpresa-. ¿De verdad que te embarcaste en esa aventura solo porque no te respondía y pensabas que me estaba pasando algo malo?
-Sí.
-Y por eso eres mi mejor amiga –me responde con una gran sonrisa, pero esa afirmación no me hace sentir tan bien como debería-. ¿Y qué tenías pensado hacer en el caso de que hubiera un criminal en mi habitación?
-Bueno… Eso son cosas secundarias.
Estamos un buen rato hablando y riendo por skype. Nos despedimos a las 10 y media, y me paso leyendo el resto de la noche. Bueno, hasta la una, que me voy a dormir.
Me vuelvo a despertar bruscamente. Olvidé cambiar la alarma.  No la cambio ahora porque no estoy lo suficientemente despierta como para hacer una elección razonable de una canción.
Me preparo como cada día para ir a clase. Me sorprendo cuando veo que la puerta de la habitación de Andrés está cerrada, y ya pasan de las 7.45. Oh, cierto. Está cumpliendo su expulsión.
Bajo las escaleras corriendo y cojo las llaves. Amanda no llega. Puede que sea porque Andrés no viene, o quizás es porque se retrasa. En todo caso, el autobús se está acercando a mí y ella aún no ha llegado.
Entro en el bus y me siento en mi habitual asiento. Sola. En el lado de la ventana. La siguiente parada es la de Juan. Se sienta a mi lado sin pedir permiso.
-¿Qué? ¿Te ha gustado como conduce tu caballero de brillante armadura? –me pregunta.
-Mira, no quiero que pienses que quiero tener algo contigo. Sólo te pedí ayuda en una situación complicada. Punto.

-¿Y si yo quiero tener algo contigo? Por ejemplo, no estaría mal que vayamos juntos a la fiesta. Como pareja. ¿Eh, eh? ¿Qué te parece?

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Att: Brianna Maio.

viernes, 20 de marzo de 2015

Capítulo 4

La profesora envió a Miguel para que acompañase a Samuel a dirección, y en cuanto volvió seguimos con la clase, que se nos pasó muy rápido.
Salgo corriendo en cuanto toca la sirena, y me sorprendo al ver ahí fuera, esperándome, a mi madre. Mi madre está apoyada en su coche con cara seria. Andrés está sentado en uno de los asientos de la parte de atrás.
Entro en el coche y me pongo el cinturón.
-La dirección ha decidido que van a expulsar a Andrés durante una semana. A Juan le expulsarán 20 días lectivos. He conseguido que a ti no te expulse, Gema –dice mi madre mientras conduce.
En cuanto llegamos a casa subo a mi habitación a hacer los deberes y estudiar. Cuando acabo cojo mi portátil y empiezo a escribir. Estoy participando en NaNoWriMo, un reto que consiste en escribir durante el mes de noviembre 50.000 palabras de una novela.
Después de media hora escribiendo, decido llamar a Paula para quedar e ir a comprarnos un vestido para la fiesta. Como había predicho, acepta.
Cojo las llaves, mi cartera, mi móvil, Las ventajas de ser un marginado y lo meto todo en un bolso.
-¡Mamá! He quedado con Paula, volveré para la cena –aviso a mi madre antes de salir. Acepta a regañadientes.
Voy andando hasta el centro del pueblo, donde he quedado. Es un pueblo muy pequeño, en las parroquias apenas hay tiendas, solo algunos bares, pero en el centro hay varias tiendas decentes.
Cinco minutos después, cuando llego, Paula y yo nos abrazamos muy fuertemente.
-¿A dónde vamos? –pregunto. Paula es una experta en buscar tiendas decentes.
-No sé el nombre de la tienda, pero sí donde está y que es de muy buena calidad y de precios muy baratos.
-Cuando empieza a hablar así, con tanta profesionalidad, me asustas. Eres la chica de quince años con más léxico que conozco –le digo bromeando un poco.
-Tranqui. Tú eres la chica de casi quince años con más cultura e inteligencia que conozco. Y conozco a mucha gente.
-Touché.
Entramos en la tienda. Tiene un aspecto acogedor. Las paredes están pintadas de naranja oscuro y casi completamente cubiertas por unas estanterías de madera. Nos dirigimos al fondo de la estancia, donde están los vestidos de fiesta. Cojo uno lila y se lo enseño a Paula.
-No te pega.
Cogemos  tres vestidos cada una y nos metemos en los probadores. Finalmente yo compro un vestido azul con no mucho escote que me llega por las rodillas, y Paula uno amarillo con bastante escote por debajo de los muslos. Es muy provocativo, aunque le combina con su pelo rubio y sus ojos claros.
Salimos de la tienda con las bolsas en la mano, y como sobra tiempo nos vamos a un banco a sentarnos y hablar.
-Gema –me dice Paula-, Miguel me ha pedido que sea su pareja para ir a la fiesta.
Miguel es un chico de el equipo de fútbol del instituto.
-Que bien –le digo con bastante falta de entusiasmo. Ahora yo también tendré que buscar una pareja, en otras palabras, ahora tendré que sociabilizar, porque Hugo no está invitado. En teoría no es lo suficientemente guay y no conoce a alguien. Bueno, a mí. Yo le iba a invitar, pero él me convenció advirtiéndome de que si voy por las fiestas invitando a todo tipo de gente friki, al final me vetarían. Porque, por si leer no le hacía lo suficientemente friki (a los ojos de la sociedad, no a los mios), Hugo también se pasa las tardes jugando a los videojuegos… y hackeando cuentas de twitter, gmail, y demás.
-Tranquila, ya verás como tú también encuentras pareja –me dice Paula.
De pronto veo a Juan acercándose a nosotras. Viene con una cara amigable, con una sonrisa de oreja a oreja. Nada que ver con la que tenía hoy en clase.
-¡Hola! –nos saludó.
-Hola –respondemos incómodas.
Se hace un sitio en el banco y se sienta.
-¿Vais a ir a la fiesta del fin de la semana que viene? –nos pregunta.
-Sí –respondo.
-Aja… Oye, sobre lo de la pelea de hoy… lo siento. Me gustaría que olvidáramos lo que ha sucedido, ser colegas. Tío, tampoco ha sido la muerte de nadie –me dice.
-Lo siento –respondo-, pero eso no se olvida tan fácilmente. Paula, me voy.
Tardo diez minutos en llegar a mi casa andando, y cuando llego siento la necesidad de hablar con el único consejero que tengo que ahora me puede entender: Hugo.
Me conecto a Skype, está conectado. Siempre está conectado. Pero no me coge. Le vuelvo a llamar, pero otra vez lo mismo.
Le llamo a su móvil y al teléfono inalámbrico, el de su casa, pero me ignora de nuevo. Pienso otra manera de contactar con él, y lo único que se me ocurre son los videojuegos, pero no tengo ninguno. Me empiezo a preocupar: si está conectado al skype pero no responde debe de pasarle algo muy malo. Puede que esté durmiendo pero… miro el reloj: son las ocho de la tarde.
Me parece que solo me queda una opción. Es un poco brusca, pero nunca me lo perdonaría si le pasara algo malo y yo lo pudiera haber evitado. 
Me parece que tendré que ir a buscarle a su casa.


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Att: Brianna Maio.

jueves, 19 de marzo de 2015

Capítulo 3

La directora tarda dos minutos escasos en llegar a nosotros. Intenta pitar con su silbato, pero no le funciona.
Alguna gente del público está agarrando a Andrés y a Juan para que no se peleen.
La directora me mira y me dice:
-Ve yendo a mi despacho.
Voy yendo a la vez que miro hacia atrás, contemplando la escena. Andrés y Juan están sujetos por las firmes manos de la directora, vienen hacia aquí.
Sigo andando hasta que llego al despacho de la directora. Abro la puerta pedir permiso. Da igual, está vacío.
Entro, y cuando llegan, me siento.
-¡Pero que os pensáis! -empezó a reñir la directora- Esto es un colegio. En este colegio trabaja gente, y esa gente se merece respeto. Vais a iros a la sala de espera -señala una de las puertas abiertas- mientras que os voy a ir haciendo algunas preguntas por separado. ¡Juan Míguez! Usted es el primero.
Andrés y yo nos dirigimos a la sala de espera.
-Gema, ya sé que estarás muy preocupada, pero a ti no te pasará nada. A mí... ya veremos. -Me dice Andrés- Tú limítate a contar tu verdadera versión de los hechos.
-Déjame -le digo. Odio que me traten como a una princesita en busca de su príncipe azul. Como si no supiera defenderme.
Somos interrumpidos por la directora.
-Gema Pan Pérez, es la siguiente.
Avanzo con miedo hacia ella, que cierra la puerta tras mí.
-¿Que sucedió en la pelea? -me dice.
Le cuento todo con pelos y señales, y cuando acabo, continúa con el interrogatorio.
-Comprendo que tú no eres culpable, pero los otros dos sí. Juan ha estado faltando muchas veces a clase junto a su prima, y cuando viene tiene un pésimo comportamiento. Creemos que podría estar metido en drogas. ¿Tú sabes algo sobre ese tema?
-¿Por qué creéis eso? -le pregunto confusa.
-Eso no es asunto tuyo.
-Es asunto mío si ese chico ha pegado así a mí hermano y también a mí -le respondo con furia.
-Yo decidiré lo que es asunto tuyo y lo que no, porque...
-¿Cómo has dicho? -le interrumpo. Ni siquiera sé que estoy diciendo, pero creo que merezco un poco de respeto aquí-. Eres la directora de este centro, no eres mi madre. No me lo digas si quieres, pero tú no decides lo que es mi asunto y lo que no.
-Vete a tu clase. Tienes un parte de comportamiento.
Cuando entro en clase, todos empiezan a bombardearme con preguntas de todo tipo.
-¡Silencio! -Gritó el profesor de francés- Callaos ya. Y tú, no digas nada sobre la pelea.
El resto de la clase discurre en silencio, al menos hasta que Germán, el conserje, peta a la puerta y pide a Samuel, el mejor amigo de Juan, que baje a secretaría.
Estamos todos muy nerviosos durante la clase, al fin y al cabo, este tipo de acontecimientos no suceden todos los días. Cuando solo faltan cinco minutos para que acabe la clase, Samuel peta a la puerta y entra en clase con una cara de preocupación, miedo, tristeza y enfado. Todo mezclado.
En cuanto el profesor de francés se va, justo antes de que llegue el de gallego, empiezan a preguntarnos a Samuel y a mí qué nos habían dicho en el despacho de la directora. Ninguno de los dos dice nada. Cuando al fin nos dejaron de molestar, les conté todo a Paula y a Hugo, que me escucharon muy atentamente.
Ahora toca naturales. Oh, oh. La pobre fijo que se encontrará fatal. No solo porque se ha caído, sino porque se morirá de vergüenza. Un alumno se ha resistido a ella y le ha tirado al suelo.
Pero diez minutos después, la profesora aun no ha llegado.
-Bien, creo que debemos ir a avisar a alguien -empieza a decir Miguel, el delegado de clase-, parece que la profesora no va a...
Es interrumpido por Juan, que abre la puerta de golpe y se sienta en su pupitre sin mirar a los ojos a nadie, con cara de chico duro.
La profesora de naturales al fin llega, y entonces Samuel estalla, con las lágrimas en los ojos, levantándose del pupitre.
-¡Esto es por tu culpa! Sé que tú le has dicho a la directora que Juan y yo consumimos drogas, pero no es verdad. Ya te las verás mañana con mis padres.

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Att: Brianna Maio.

Capítulo 2

-¡Gema! -exclama Paula en cuanto me ve entrar por el portal del instituto, justo antes de fundirnos en un abrazo.
La sirena que anuncia el comienzo de la primera clase del día nos interrumpe.
-Hola chicas –me saluda Hugo. Es mi mejor amigo. Le amo casi tanto como a Gema.
Subimos los tres juntos corriendo hasta clase. Como siempre, llegamos de primeros. El profesor de castellano ya esta ahí con las notas de los exámenes. No estamos preocupadas, pues en la mayoría de las asignaturas Paula y yo aprobamos con buenas notas.
Cuando toda la clase está ya sentada y dispuesta, el profesor empezó a repartir los exámenes. Yo tengo un 8'35 y Paula un 8'05. Hugo un 3. Los estudios no son lo suyo. Mientras que el profesor dice las respuestas correctas para que los demás corrijan, Paula y yo empezamos a hablar animadamente sobre el fin de semana que viene, porque vamos a ir a nuestra primera fiesta, que se celebra en casa de Marta, una de 4º de la ESO, y como yo soy la hermana de mi hermano, estoy invitada, e iré con Paula. Es lunes y aun queda toda esta semana y la que viene por delante, pero es que estoy emocionadísima.
Procuramos mantenernos en silencio durante el resto de la clase, pero los repetidores de nuestra clase empezaron a armar jaleo, así que nos tocó bronca con sermón.
-¡Vais en tercero de la ESO! ¡Empezad a comportaros como tal! Es que ni los de primero alborotan tanto! ¡Ni los de primero!
Al fin llegó el recreo. Diez minutos de gloria. Cojo mi libro y bajo.
Un profesor coge a Paula y empieza a preguntarle no-se-qué-cosas de clase, así que me voy a pasear, buscando algo interesante que hacer.
Me acuerdo de que tengo que pedirle a Andrés las llaves de casa porque hoy vuelve tarde por un castigo.
Lo encuentro y me dirijo hacia él, está con sus amigos y su novia.
-Andrés, me tienes que dar las llaves de clase -le digo.
-Ffff. Las tengo en clase. Te las voy a llevar antes de que llegue tu profe.
-Vale.
No me alejo dos metros de él cuando Juan llega a molestarme.
-¿Qué pasa friki de los libros? ¿No tienes amigos y por eso andas sola? Ya... Tu amiguita Paula se ha hartado de ti.
-Déjame en paz -le respondo con frialdad.
Me quita el libro, lo tira al suelo y me empuja. Pierdo el equilibrio y me caigo.  Parpadeo, y cuando abro los ojos veo a Andrés forcejeando con Juan.
Juan le da un puñetazo a Andrés en el estómago, pero este ni se inmuta y le pega otro que deja a Juan sangrando por el labio. Se lo limpia y sigue peleando.
A los treinta segundos todo el instituto está haciendo un círculo perfecto alrededor de la pelea. Lo peor de todo es que yo me encontraba dentro de ese círculo.
Recuerdo haber visto que en las pelis la gente grita "¡Pelea, pelea!" y otras frases de ánimo, pero aquí no. Aquí solo se oye el ruido de la pelea.
De pronto, la profe de Naturales aparece y coge a Juan por un brazo. Juan realmente daba miedo, con la cara roja y colorada de la furia y las venas del cuello marcadas.
Forcejeaba un poco para escapar de las manos de la profesora e iba echando miradas asesinas a todo el mundo. Entonces, cuando estaban a escasos metros de la puerta de entrada, empuja a la profe de Naturales y corre a volver a pelearse con Andrés, que me estaba ayudando a levantarme.
Le advierto en cuanto lo veo, y él se gira para defenderse de Juan, de forma que la pelea continúa.
Me giro hacia la profe de Naturales. Se está poniendo un zapato que se le había caído. En su cara se le nota el miedo. Mi mirada se desvía hacia la puerta.
La directora estaba saliendo a toda leche hacia nosotros.
Y eso no puede traer nada bueno.
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Att: Brianna Maio.

Capítulo 1

El sonido de la música sonando inunda mi habitación. Es la canción Timber, de Kesha y Pitbull, una de mis canciones favoritas. Me despierta muy bruscamente, y yo odio despertarme así. “Debo cambiar de canción” me anoto mentalmente. El año pasado era mi padre quien me despertaba, pero en el verano le dieron un trabajo en Inglaterra como profesor (es que estaba en paro), y como mi madre ya está en el trabajo, estamos en casa solo mi hermano mayor Andrés (que debería ir en primero de bachillerato, pero como repitió tercero el año pasado, pues va en cuarto, un curso más adelantado que yo) y yo, y él se despierta a las 7.45.
It´s going down, I´m yelling timber.
You better move, you better dance.
La letra empieza a sonar. Cojo mi iPod y deslizo mi dedo por la pantalla para apagar la música. Tengo muchísimo sueño, pero, como siempre, la única manera de quitármelo es empezar a trabajar y hacer algo productivo.
Salgo de mi cama de un salto y me visto con unos pantalones vaqueros, una camiseta gris y un jersey bastante finito blanco y después me hago una trenza.  Bajo corriendo las escaleras hasta la cocina y allí me preparo la merienda (en realidad eso es mi desayuno) para llevar a clase y tomar en el recreo.
Miro el reloj en mi iPod, son las 07.45. Subo a mi habitación, cojo mi móvil (un Samsung Galaxy de lo más simple, y heredado de Andrés, además de que está un poco estropeado) y me lo guardo en el bolsillo de mi pantalón. Abro mi cajón y de él saco Las ventajas de ser un marginado. Empiezo a leer.
A primera vista parezco la típica niña pequeña e inmadura (además soy muy bajita, y eso ayuda), pero no. Me considero madura para mi edad, y lo que más me encanta en el mundo son los libros.
Un sonidito sale de mi móvil, es un mensaje de Wathsapp. Es de Andrés. “Ya estoy listo para ir en la parada, baja”.
“No puedes gritar, ¿verdad? Ni que no viviéramos en la misma casa” le respondo, tirando el móvil sobre mi cama.
-¡¡Gema!! ¡¡BAJA!! –se oye desde abajo.
Bajo las escaleras a gran velocidad, y me encuentro a Andrés abajo con las llaves en la mano. Freno en seco delante de él y le digo:
-Recuerda que lo que dijo mamá ayer: no te puedes meter en más líos en clase o te expulsarán.
-Ya lo sé –me responde, de manera amable como siempre (siempre me ha extrañado eso, porque ni a mamá le trata tan bien)-, y tú recuerda que eres mi hermana pequeña.
Salimos del portal y, como nuestra parada está justo al lado de nuestra casa, llegamos enseguida. Amanda, la novia de Andrés, ya estaba allí esperándonos. Antes de que me dé tiempo a decir hola, empiezan a darse un largo y apasionado beso.
Cuando se separan miro a Andrés con cara de reproche, él sabe que no tengo muchos amigos, y por eso, cuando dos personas se besan delante de mí (sólo cuando estamos los tres solos), me siento muy marginada.
Mi queridísimo hermano me ve y me ignora. Muchas gracias.
Llega el autobús. Me subo yo de primera y ellos dos, de la mano (como no), después de mí. Me siento en unos de los asientos del medio del autobús, en el lado del pasillo, dejando mi mochila en el asiento de al lado. Voy sola. Siempre voy sola.
Voy leyendo Las ventajas de ser un marginado cuando de pronto alguien interrumpe mi lectura.
-¿En serio? Eres una friki de los libros. ENANA.
Es Juan, uno de los repetidores de mi clase. Me lleva dos años, va en cuarto de la ESO, y no deja de molestarme. Paula, mi mejor amiga, tiene la teoría de que es porque le gusto. “¿No dice el dicho, al fin y al cabo, que los que pelean se desean?”. Luego le doy una colleja y se le pasa.
-Déjame en paz –le digo. Será más fuerte que yo y todo eso, pero en un duelo verbal no me gana ni de coña.
-En serio, si tuvieras una vida social no leerías tanto.
Mi adrenalina empezó a inundar mis venas: ¡al fin podría usar mi frase estrella en una discusión!
-No leo porque no tenga una vida, sino porque he decidido vivir varias.
¡BAM! No os imagináis las ganas que tenía de poder decir eso y dejar así a los que se burlan de mí.
El autobús arrancó, de forma que Juan tuvo que coger un asiento y dejarme en paz.
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Att: Brianna Maio.

Presentación

Hola!
Yo soy Brianna Maio, la escritora de la novela que iré publicando aquí poco a poco. Si la leéis decidme vuestra opinión, por favor.
Todos los enlaces tales como mi blog (sobre libros, reflexiones y cosas variadas), la novela en Wattpad y mis redes sociales, están en la columna derecha del blog (en la versión web de ordenador).
ESTA NOVELA ESTÁ REGISTRADA CON TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS A MI NOMBRE EN SafeCreative.
También pondré encuestas en la columna de la derecha de mi blog (sobre la novela), así que simplemente os dejo aquí con el argumento de mi novela. Espero que la disfrutéis!


"No volveré conceder mi confianza a nadie, para que no me vuelvan a herir. Ni una vez más." Gema no es más que una adolescente cuya vida depende de los demás. De los actos de los demás sobre ella. Gema es una chica que lucha por encontrar la felicidad, que sufre por encontrar a alguien a quien de verdad le importe, y por cumplir sus sueños. Uno lee esto y piensa en la típica historia en la que todos somos amigos, y todo se soluciona con un abrazo. Pero no lo es. Puedo aseguraros que no lo es...