Llego a su
casa después de quince minutos de caminata. Le mando un Wathsapp por si acaso,
para confirmar que está incomunicado, pero no me responde.
Echo un
vistazo general a su casa. La ventana de su baño del piso de abajo está
abierta. Localizo una caja de madera en su jardín. La cojo, me subo encima y
logro pasar por la ventana a duras penas. Me intento orientar en su casa. Lo
primero que debo ir a mirar es su habitación.
Subo las
escaleras de puntillas, intentando hacer el mínimo ruido posible (ya sabéis,
por si hay algún asesino en la casa), pero no funciona, así que me quito los
zapatos y subo de rodillas para que se me vea menos.
Tardo cinco
minutos en llegar a arriba, la puerta de su habitación está cerrada, pero por
el hueco de abajo veo luz. Me acerco a la puerta sigilosamente y pego la oreja
a la puerta.
Mi sorpresa es
enorme cuando escucho una serie de gemidos… procedentes de una chica.
No tardo en
atar cabos. Y no podía estar en una situación peor.
Digamos que me
he colado en la casa de mi mejor amigo pensando que lo habían asesinado o algo
por el estilo y en realidad está haciendo el amor con una chica a la que no
logro identificar.
Siento un nudo
en la garganta, y que algo se está rompiendo en mi corazón. Decido ignorarlo.
Debería irme,
así que miro por la ventana del baño de esta planta: ha empezado a llover. No
puedo volver a casa si está lloviendo, y mucho menos si la lluvia es tan
intensa como esta.
Así que decido
esperar a que pare de llover, o a que ellos acaben de… divertirse. No sé qué acabará
antes, pero espero que sea el mal tiempo.
Como veo que
después de media hora la tormenta continúa, decido sacar mi móvil y llamar a…
¿A quién llamo? Obviamente no voy a llamar a mi madre, porque no debería
enterarse de este tipo de acciones mías (sobre todo de la parte en la que me
cuelo en casas ajenas) así que, en resumen, no conozco a nadie que tenga carnet
de conducir. Pero… Juan tiene una moto. Me mojaré igualmente, pero no es lo
mismo que ir andando. Pero… ¿le llamo o no le llamo? Me parece que el rollito
de Hugo y la otra va a dar para rato, así que decido tomar una importante
decisión.
-¿Gema?
-Juan, sé que
nunca nos hemos llevado bien y que nuestra relación no es muy cercana pero…
como tienes una moto y eso, ¿puedes venir a un lugar a recogerme?
-Tranqui Gema.
¿Dónde te recojo?
…
Juan llega
quince minutos después. Me avisa por Wathsapp para que salga a fuera. Salgo
como entré: por la ventana del baño. Juan está justo delante.
-Bueno, bueno,
bueno… Me parece que me tendrás que contar como has acabado así. Pero por esta
noche, prepárate para recibir a tu caballero de brillante armadura.
-No te pases,
y solo te he llamado porque no conozco a nadie más que tenga carnet de
conducir.
Me subo a la
moto y me siento detrás de él.
-Dame el
casco, anda –le digo.
-No tengo, si
quieres venir conmigo, es lo que hay. Ahora, agárrate a mi espalda.
Me agarro a su
espalda bastante incómodamente, aunque él intenta aprovecharse de la situación.
Arranca la moto, y llego a mi casa (de una pieza y sin ningún rasguño, para mi
sorpresa) en menos de cinco minutos.
Cuando entro
en casa, mi madre y Andrés ya están poniendo la mesa. No me preguntan dónde he
estado ni que he hecho, solo me piden que les ayude a poner la mesa, y lo hago.
Cenamos tortilla de patatas con bistecs de pollo y ensalada de tomate.
Riquísimo.
Cuando termino
subo a mi habitación y me pongo a escribir un poco más de mi novela. Lo tengo
todo planeado: cuando acabe de escribirla la subiré a Wattpad y la pondré en
venta en Amazon por 0,89 euros. Será un buen comienzo para mi carrera, porque
de mayor a mí me gustaría ser escritora.
Alguien peta
en mi habitación: es Andrés.
-¿Hoy Amanda
te ha… dicho algo? –me pregunta.
-No. ¿Por qué
me iba a decir algo?
-Te voy a
contar una cosa, pero debes jurarme que no se lo dirás a nadie.
-Lo juro.
-Ni a mamá.
-¡Andrés, no
tengo todo el día! –exclamo indignada.
-Vale, vale.
El caso es que, como me he mentido en tantos líos (entre ellos la pelita esta),
sus padres no le dejan que se vea conmigo.
Me quedo unos
segundos pensativa.
De repente
empieza a sonar un sonido extraño: es una llamada de Skype. De Hugo.
-Andrés, vete.
Para mi
sorpresa, me hace caso a la primera.
-¡Hola! –me
saluda.
-Hola.
-Gema, no te
vas a creer lo que me ha pasado. ¿Conoces a Helena, la tía más buena del
instituto? Va en cuarto de la ESO. Pues estamos saliendo. ¡Somos novios! Así
que podré ir a la fiesta del fin de semana que viene. Y esta noche… nos hemos
acostado.
-Lo sé –le
digo con una sonrisa de oreja a oreja. Me alegro muchísimo por él.
-¿Cómo que lo
sabes?
-Pues… como no
respondías a nada, pensé que te pasaba algo, entonces fui a tu casa a ver si te
habían secuestrado o algo. La ventana de tu baño de abajo estaba abierta, así
que me colé. Subí sigilosamente hasta la planta de arriba y pegué la oreja a la
puerta de tu habitación y… oí gemidos. Juro que me iba a ir, pero empezó a
llover, así que llamé a la única persona que conocía con carnet de conducir: Juan.
Así que me llevó a casa en su moto.
-Guau –me
dice. Se le ha quedado la boca abierta de la sorpresa-. ¿De verdad que te
embarcaste en esa aventura solo porque no te respondía y pensabas que me estaba
pasando algo malo?
-Sí.
-Y por eso
eres mi mejor amiga –me responde con una gran sonrisa, pero esa afirmación no
me hace sentir tan bien como debería-. ¿Y qué tenías pensado hacer en el caso
de que hubiera un criminal en mi habitación?
-Bueno… Eso
son cosas secundarias.
Estamos un
buen rato hablando y riendo por skype. Nos despedimos a las 10 y media, y me
paso leyendo el resto de la noche. Bueno, hasta la una, que me voy a dormir.
Me vuelvo a
despertar bruscamente. Olvidé cambiar la alarma. No la cambio ahora porque no estoy lo
suficientemente despierta como para hacer una elección razonable de una canción.
Me preparo
como cada día para ir a clase. Me sorprendo cuando veo que la puerta de la
habitación de Andrés está cerrada, y ya pasan de las 7.45. Oh, cierto. Está
cumpliendo su expulsión.
Bajo las
escaleras corriendo y cojo las llaves. Amanda no llega. Puede que sea porque
Andrés no viene, o quizás es porque se retrasa. En todo caso, el autobús se
está acercando a mí y ella aún no ha llegado.
Entro en el
bus y me siento en mi habitual asiento. Sola. En el lado de la ventana. La
siguiente parada es la de Juan. Se sienta a mi lado sin pedir permiso.
-¿Qué? ¿Te ha
gustado como conduce tu caballero de brillante armadura? –me pregunta.
-Mira, no
quiero que pienses que quiero tener algo contigo. Sólo te pedí ayuda en una
situación complicada. Punto.
-¿Y si yo
quiero tener algo contigo? Por ejemplo, no estaría mal que vayamos juntos a la
fiesta. Como pareja. ¿Eh, eh? ¿Qué te parece?
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Att: Brianna Maio.